El grito de independencia, un recuerdo lejano.

Cuando era niño, disfruté mucho del mes patrio. Septiembre comenzaba con la solicitud de la maestra o el maestro para que trajéramos algún adorno para el salón de clases. El desfile de banderas, campanas, indumentaria tradicional, moños tricolores, cadenas de papel crepé y demás símbolos de la mexicanidad, adornaban las paredes del salón, la escuela y la ciudad entera.

Las banderas mexicanas ondeaban en las azoteas de la colonia y mi madre adornaba la fachada de nuestro hogar. Mirábamos el desfile militar en la televisión y en una ocasión mi padre nos llevó al zócalo capitalino.

Recuerdo otra ocasión en que mi madre nos llevó al centro gubernamental de nuestra región y pudimos ver la ceremonia con el himno, la bandera y la conmemoración del inicio de la guerra civil por la independencia con el tradicional grito que el gobernante en turno dirige desde el balcón de la sede del poder político local en cada una de las entidades de nuestro país.

Muchos años pasaron y seguí presenciando la conmemoración en reuniones familiares con diversas familias ajenas. Si bien desde que era niño la comida mexicana es mi favorita y especialmente el caldo de pollo y el pozole definen mis platillos predilectos, la celebración comenzó a tornarse vacía en mi corazón.

Mientras más conocía sobre la historia nacional y los diferentes sucesos, personas, grupos, motivaciones, contextos políticos e históricos de la época y demás procesos sociales que influyeron en la gesta de la independencia, la cosa comenzó a mirarse mucho más compleja que reunirse en una casa a comer comida mexicana, disfrazándose con ropa y ajuares que comúnmente no se usan en la vida cotidiana y todo para celebrar un momento mítico detenido en el tiempo y reconstruido por la historia oficial para generar referentes de pertenencia y orgullo nacional.

Identificar que el inicio de nuestra independencia atiende a sucesos vinculados con las guerras napoleónicas, los levantamientos en el resto de latinoamérica, la política internacional y profundas desigualdades en nuestro continente, me hace pensar que el recordar un "grito" de levantamiento armado es una manera simplificada de llevar el orgullo nacional a las masas. Lo cual también es necesario para la construcción del estado nación.

Ahora me siento mucho más orgulloso de mi país y mi región latinoamericana por los procesos de crecimiento y cambio social que hemos tenido en 200 años, pero el camino por sociedades más justas e incluyentes aún está en marcha... y en nuestras manos. 

Agradecido con todas las personas que nos precedieron en nuestra latinoamérica por la emancipación de pueblos y naciones de una potencia extranjera que llegó mediante la invasión armada en el siglo XVI, miro la invasión ideológica alienante que nuestras sociedades padecen en la actualidad, en una realidad de redes sociales y activismos de escritorio. El mes de septiembre como mes patrio me hace replantearme sobre lo que puedo hacer para celebrar y continuar con la lucha de quienes nos dieron aquella libertad, así como la necesidad de nuevas libertades para todas y todos en nuestros entornos más cercanos y cotidianos.

El grito de independencia es ahora para mi, pese a encontrarme en San Miguel de Allende Guanajuato, solo un recuerdo lejano. 




Calle del pueblo de San Miguel , lugar en que el general Ignacio Allende se unió al padre Miguel Hidalgo en su lucha por conseguir la independencia de México. Iván Deance. 2021. San Miguel de Allende, Guanajuato, México. Fotografía digital. Samsung S7 Edge.

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Iván Deance
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